viernes, 2 de septiembre de 2011

La pregunta

Quién soy,
una pregunta en el largo rastro que voy dejando en el camino
o, sea tal vez la única que no me cede el paso.
Jamás la vi tan elegante, vestida de pieles y botas blancas y brillantes
jamás se le vio tan distintiva e imponente,
me esperaba sola en el camino hacia la muerte.

Esperaba paciente que llegara y le pisara los talones
y que a su mirada fría y soberbia
le pregunte: ¿Quién soy?
el eco terminal de mi débil voz alcanzaría en su lejana mueca
unos labios violeta estirados, arrugas que descansan bajo cejas altivas
qué mueca que estremece las vías del aire, de la corriente interna,
qué mueca pavorosa cubierta por la sombra de un sombrero verde anciano y polvoriento
me mira, me come con su dentadura inmensa de pestañas negras y fermentadas
me come la consciencia,
desaparezco como un inadvertido suspiro.

Su presencia borra todo rastro de lo que pude haber caminado,
de lo que pude haber respondido.

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